lunes, 28 de marzo de 2011

La señora de los anillos

Hace algunos años, cuando era un joven aventurero, digo, todavía soy joven, pero ya no tan aventurero, aunque me siguen gustando las altas y las chaparritas, las flacas, las gordas y las chiquititas... perdón, perdón, además de resbalarme me estoy desviando del tema; el punto es que hace algunos años hice un viaje junto con par de amigos, cuyos nombres omitiré y en adelante me referiré a ellos como Lino y Jasilm, damn it, ya dije como se llaman, bueno, ni pex. El trip (¡que internacional salí!) lo bautizamos como el chepetour porque consistió en recorrer la sierra de Chihuahua a través del Chepe (o sea, por tren).

La anécdota que les voy a contar ¡ohh hermanos míos! (frase fusilada de A Clockwork Orange) sucedió al arribar a la estación Divisadero, que en aquel entonces todavía no tenía el teleférico, dato que por cierto es irrelevante en esta historia. Una vez que descendimos del tren y echamos el correspondiente vistazo al paisaje empezamos a buscar donde pasar la noche. Después de ir a preguntar tarifas al hotel apostado en la cima de la barranca y descartarlo por caro, volvimos a la estación del ferrocaril, donde fuimos abordados por un señor de edad avanzada que cualquier citadino calificaría como "rancherillo". El maistro este nos ofreció su posada por una cantidad que nos pareció bastante apropiada, ya que además de alojamiento ofrecía también comida por otra módica cantidad. Fue así como quedamos hospedados en el inolvidable "RANCHO DE LOS ABUELOS".

Literalmente era un rancho, que estaba ubicado como a un kilómetro de la estación del tren y que tuvimos que andar en un camino de terracería para poder llegar, nosotros a patín y el maistro en su caballo. Durante la caminata nos ofreció además servicios de purificación y/o limpias espirituales por medio de rituales tarahumaras pero le dijimos que pues ahí luego veíamos que pex. Como en todo rancho, había perros y otros animales como gallinas, vacas, caballos, pterodáctilos, etc. También había unos manzanos en la entrada cuyos frutos estaban incluídos en la tarifa de hospedaje pero no se antojaban porque o estaban todos marchitos o llenos de plaga. Como lo dicta en la mayoría de los casos la arquitectura de este tipo de lugares, el baño estaba afuera de donde estaban los cuartos y era único.

Durante el segundo día de estancia al utilizar cada uno de nosotros el baño (por separado, claro) nos dimos cuenta que en el lavabo había unos anillos añejos, pero ninguno le dio importancia ni mencionó nada y se quedaron ahí donde estaban. Después de almorzar, salimos a echar el rol todo el día y regresamos al anochecer. En la cena, la esposa del maistro que era quien nos preparaba las comidas, nos preguntó si no habíamos visto unos anillos que había dejado en el baño. Los tres coincidimos en haberlos visto en el lavabo y haberlos dejado justo donde estaban. La señora dijo que iba a buscarlos bien ya que quizá se podrían haber caído y pues que ahí nos los encargaba por si los veíamos. Terminando de cenar fuimos a buscarlos con linternas en mano, ya que no había luz en el baño, pero pues no salieron. Dijimos, pues ahí mañana le damos otra checada ya con la luz del día.

Al siguiente día lo primero que hicimos fue ir a buscar los mentados anillos al baño y en lo que se podía apreciar de las tuberías, pero pues nel que aparecieron. Total que nos lanzamos a almorzar y ver si la doña ya los había encontrado, pero al hablar con ella nos dimos cuenta que tampoco había tenido éxito. Aquí fue cuando las cosas se empezaron a poner truculentas ya que la señora nos volvió a decir que ahí nos los encargaba por si los veíamos o por si "accidentalmente" los habíamos tomado. Debido a este último comentario le aclaramos que pues no teníamos necesidad de andar robando y con todo gusto le ayudaríamos a dar otra revisada en el baño y sus alrededores a ver si los hallábamos. Aprovechamos también para preguntarle si ya había verificado con los ayudantes del rancho o su mismo esposo pero nos dijo que ellos por lo general no utilizaban el baño, lo cual no se nos hizo tan extraño porque pues al fin rancho, supusimos que preferían abonar la tierra. Total que después de almorzar reanudamos la búsqueda, pero continuaron sin salir. 

Como a fin de cuentas no era bronca nuestra, decidimos salir y aprovechar las últimas horas ahí, ya que por la tarde partiríamos rumbo a Cd. Cuauhtémoc. Platicando entre los tres formulamos todo tipo de teorías, que si era una triquiñuela de los ñores que ya tenían bien hecha para que les pagaran los mentados anillos, o que a lo mejor nos los iban a plantar en las mochilas y ya cuando nos quisiéramos ir nos iban a pedir revisarlas frente a ellos y chance hasta con algún policía conocido para acusarnos de hurto y extorsionarnos, o con eso de que el maistro hacía rituales tarahumaras en una de esas nos echaban una maldición. Nos dio algo de pendiente pero de todas formas nos fuimos de rol. Al regresar al Rancho de los Abuelos por nuestras cosas curiosamente no había nadie, entramos para tomar nuestras pertenencias y al hacerlo nos topamos con una nota en nuestro cuarto en la cual la señora nos pedía "de buena manera" que devolviéramos los anillos ya que no quería perjudicarnos, porque nosotros no sabíamos de lo que ella era capaz de hacer. Ahí fue cuando dijimos: valiendo madre y ora si que llamando al Santo, nos va a echar un conjuro o a montar al cartel de la sierra. Pero luego de unos segundos de reflexión nos dio risa y pues nos fuimos del rancho, todavía llegamos a la estación y esperamos alrededor de una hora para que pasara el tren, tiempo durante el cual estuvimos al pendiente de que no llegara la señora con una horda de tarahumaras zombies a atacarnos.

Una vez que arribó el tren, antes de subirnos vimos llegar al maistro en su caballo y se nos acercó, pensamos que nos iba a reclamar pero no dijo nada, por otro lado, Lino y su espíritu bienaventurado intentó explicarle la situación y que nosotros no habíamos tenido nada que ver con el extravío de los anillos pero fue interrumpido inmediatamente por el maistro con un: "yo no sé nada de eso a mi no me digan nada". Dicho esto, nos trepamos al tren y partimos.

Durante el resto del viaje no se habló más el tema. En el camino de regreso a Monterrey viajábamos en autobus y en una de las tantas paradas se subió una señora muy parecida a la del Rancho de los Abuelos, pero no le presté mucha atención porque pensé que sus rasgos eran bastantes comunes en las personas de edad avanzada y que seguro había cientas que se parecían. Después de algunas horas más de viaje me levanté y dirigí al baño, al caminar por el pasillo del autobus iba revisando de reojo a las personas que permanecían sentadas y me pareció extraño no ver a la señora que kilometros atrás se había subido. Total que llegué a la parte posterior del autobus y entré al baño, al cerrar la puerta y girar el cuerpo para acomodarme en el angosto cuarto veo que en una de las esquinas hay un pequeño lavabo, y sobre él, un par de anillos añejos... tiruriru-riruriru-riruriru (tonadita de entrada de The Twilight Zone). Naaaa!, esto último es puro choro pa' que tuviera un final interesante la anécdota, lo demás si fue verídico.

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