jueves, 9 de mayo de 2013

Madam Sasu

Hace algunos años (como comienzan la mayoría de mis relatos) asistí casi forzado por culpa de una campaña laboral a un curso llamado desarrollo humano-holístico-psicosexual... o algo así, la verdad no recuerdo bien el nombre sólo que era algo acá medio pomposo. Yo, fiel a mi naturaleza inquisitiva/contestataria de tres pesos acudí a cumplir con todo el profesionalismo que puede mostrar un empleaducho de una organización con alta autoridad jerárquica (pa' que vean que si les ando manejando lo que vienen siendo los conceptos de maestría en admon. y toda la cosa... verdá?). De cualquier manera llegué puntual a la cita el día que se me asignó y como se da mucho en estos casos, la mayoría si no es que el resto de los participantes llegaron con sus 15 o 30 min de retraso, recuerdo este detalle porque la instructora regañó a los que tenían una demora de entre 5 y 15 min por faltarnos el respeto a los demás compañeros que si habíamos sido puntuales y a los que llegaron más tarde de plano ya no los dejó entrar y los mandó de vuelta para el trabajo. Aunque me pareció un tanto exagerada su actitud le di el beneficio de la duda pensando que era alguien sumamente disciplinada y respetuosa de las normas. Así fue como inició mi encuentro con la Sra. Gloria, la instructora de este curso de charlatanería y filosofía barata quien a la postre yo bautizaría como Madam Sasu, por su parecido físico y expresivo con el personaje que salía en aquel tiempo en la tv, esa que ofrecía sus servicios también de charlatanería y decía una frase como: ¿su marido trabaja con una mujer rubia?, tenga cuidado porque se lo está sonsacando, ella se llama...

Una vez iniciado el curso lo primero que hizo fue presentarse, contarnos la historia de su vida, sus logros, triunfos, victorias, y por ende delatarse como una mujer sumamente egocéntrica. Según sus estudios, años de investigación y experiencia, no había como el contacto físico para conectarse con los participantes de su curso así que hizo que al presentarnos cada uno de los asistentes le saludáramos de mano y la miráramos a los ojos mientras le decíamos nuestro nombre. Como parte de la misma presentación individual teníamos que responder a tres preguntas: cuál era nuestro puesto en la empresa o en qué área estábamos, por qué decidimos acudir al curso y cuál era nuestra expectativa del mismo. 

En mi turno hice lo correspondiente, me acerqué a ella y le dije mi nombre mientras estrechaba su mano y la veía a los ojos, ella clavó un poco más su mirada en mi y me aseveró cual médium: tú eres una persona que se preocupa mucho por los demás. Me quedé meditando unos segundos sus palabras (y aguantándome la risa) y después le contesté: ¿ah si?... pues no sé porqué lo diga. Ella me respondió: pues mira como saludas, y en seguida explicó: tienes tu dedo índice ligeramente estirado más allá de mi muñeca intentando sentir mi pulso, eso quiere decir que inconscientemente deseas saber si me encuentro bien así como seguramente lo haces con las demás personas a las que saludas. Después de dicha revelación yo me quedé con cara de "no ma...no no", o sea, de incredulidad. Inmediatamente volví a enfocarme para que no notara mi cara de burla (que es la misma que la de incredulidad) y contunué con el protocolo de presentación respondiendo a las tres preguntas. Le expliqué cual era mi puesto en la empresa así como una breve descripción de mis funciones. Después le dije con toda honestidad que yo no había decidido acudir al curso por voluntad propia sino que estaba ahí porque me había enviado/obligado mi supervisor y que como expectativa del curso no tenía ninguna, tal vez sólo ver de qué trataba y ya. Esto último como que no le agradó mucho y cambió su semblante a serio, quizá esperaba que le dijera que su curso me cambiaría la vida, me haría mejor persona o me iluminaría por el camino de la verdad, no sé, el asunto fue que no le pareció mucho mi respuesta y me dijo: pues ya que estás aquí te invito a que te quedes el resto de la mañana y si no te gusta o despierta tu interés ya no regresas después del break para la comida. Yo como el caballero pensante que soy acepté su propuesta y así me pasé el resto de esa mañana jugando al ¡basta!, resolviendo acertijos de primaria y participando dizque en dinámicas de grupo. 

Dado que ninguna de las actividades mencionadas me gustó ni me interesaba en lo absoluto seguir escuchando a una señora decir pamplinas decidí ya no regresar al curso, cumpliendo mi parte del trato y haciéndo válida la opción que me había propuesto. Hasta ahí todo estaba bien, sin embargo al día siguiente me enteré por los compañeros que si continuaron con la sesión que Madam Sasu había hablado pestes de mí por despreciar su sabiduría y hasta había amenazado con pasar un reporte de mi actitud con algún dios del olimpo. Obviamente esto me importó lo mismo que me importa si a Niurka Marcos le llenan o no el tanque. Nunca tuve ningún llamado de atención por este acontecimiento y la anécdota quedó para la posteridad. En la actualidad esta señora continúa impartiendo sus cursos a cuanto incauto caiga y les saca una buena lana.


P.D. Esta relato no tiene moraleja, nada más lo escribí pa' no llorar (más).


lunes, 6 de mayo de 2013

3 cosas sin las que podría vivir (muy a gusto) que en realidad son 4

He aquí un extracto de mis reflexiones sobre prácticas de las muchedumbres que a mi muy particular (e irrefutable) punto de vista han quedado obsoletas desde hace tiempo, y sin embargo...
     
  • La supuesta broma entre vatos (en teoría heterosexuales) cuando se saludan y uno pregunta al otro: ¿qué dice el hombre?

  • La gente que asiste a los estadios, ya sea de panbol o americano, y cuando va a despejar el balón el portero o pateador (respectivamente) del equipo contrario al local gritan: eeehhhhhhhhhhhhh.... culo (o puto, en algunos casos).

  • Que la gente haga el coro de estas canciones EN TODO MOMENTO cuando asiste a los conciertos de:
  • - Café Tacvba: el paparupapa eu eo (el baile y el salón)
    - LFC: oohh oh oh oh oh oh oohhh oh oh oh oh oh oh (yo no me sentaría en tu mesa)

  • Utilizar memes: el de Yao Ming, Willy Wonka, etc. Además de caducos son inmensamente estúpidos.


Si, estoy amargado ¿y qué? 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Desventuras de una función gratuita

En la fila para entrar a la sala (porque todavía se acostumbra hacer fila en estas instalaciones, la globalización aún no hace mella, o si pero hacen como que no, porque si no no sería hipster, right?) había una pareja de morros tras de mi, no sé de que edad exactamente, yo calculo que alrededor de los 20 con una tolerancia de más-menos 3. En fin, estuve esperando entre 5 y 10 minutos para ingresar a la función e inevitablemente me chuté su conversación, que aclaro no fue por metiche sino porque además de que se encontraban a escasos centímetros de mi sensual humanidad, el volumen de voz de ambos era un tanto elevado para el promedio de una interlocución. Ambos tenían pinta de chairos, como que van (ya que estudien es otra cosa) a una escuela onda ciencias políticas o filosofía y letras, pero si algo me han enseñado mis prejuicios sobre la gente es: búrlate y después les pones apodos; nahh, no es cierto, pero si me dio una tremenda flojera ver y oír tanta pretensión en unos post-adolescentes que hablaban sobre las relaciones de pareja y se expresaban con frases como: "la configuración de la estructura en tu relación bla bla bla...", "no construyas un refugio en la sombra de su árbol" o "su necesidad es de tal envergadura que bla bla bla...", y así.

Para mi buena suerte al ingresar a la sala dicha pareja se sentó a una distancia bastante prudente de mi, por lo que pude olvidarme de su aburrido y pretencioso punto-de-vista-que-no-pedí. Disponíame yo a disfrutar la función cómodamente cuando al cabo de unos minutos se acercó una señora con dos bolsas grandes de plástico y un paraguas, me preguntó si estaban ocupados los asientos a mi derecha y le respondí que no, acto seguido tomó posesión de dos de las butacas libres, colocó a mi lado sus pertenencias y en seguida se sentó ella. Apenas habían tocado sus posaderas el asiento cuando empezó a esculcar sus bolsas preguntándose en voz alta en dónde había dejado su agua, noté que se me quedaba viendo como esperando que yo me pusiera a ayudarle a buscar dentro de sus bolsas el ansiado bote de agua, pero me limité a sonreir forzadamente (mi cara de hipócrita no. 26) e intenté tirarla a león, y digo intenté porque la señora continuó con exclamaciones tales como: "¿pos 'onde la dejé?", "válgame....", "mmmm, ps on'tará", ya cuando oí el "ahh vaya, aquí está" pude relajarme y volver a mi estado noestéschingando burbuja.

Pero no duró mucho mi tranquilidad, porque apenas apagaron las luces para iniciar la proyección la señora manifestó su desconcierto con la siguiente exclamación: "ay, 'ta muy oscuro, no veo nada" (por alguna razón en ese momento comenzaron a pasar por mi cabeza aquellos sketches de Eugenio Derbez en su personaje del Oigame No). Una vez iniciada la película continuaron llegando espectadores que invariablemente interrumpían la poca atención que hasta ese momento hubiese podido capturar el filme, lo cual, digo, sucede muy seguido (si no es que siempre) en cualquier sala de cine o espectáculo. Lo que no es tan común es que conforme va entrando la gente demorada una señora les grite: "ahí en medio hay lugares", o "aquí hay uno solo joven"; a este último comentario, el citado joven hizo caso y se sentó justo en seguida de mi, en el lado opuesto a la señito gritona, lo que en circunstancias normales no representaría ningún problema (excepto un poco de incomodidad), pero resultose que este individuo de pronunciada cabellera y barba despedía un olor como de no-me-baño-para-no-perder-mi-esencia y pa' acabarla también era de los que les gusta compartir a todos su sentir sobre lo que está viendo con comentarios como: "así", "dale otra", "eso", "¡ouch!", entre otros. Pero lo mejor estaba aún por venir, porque transcurridos apenas unos escasos 5 minutos de la proyección la señora abrió una de sus bolsas y sacó lo que sonaba como una caja de plástico, de esas donde regularmente viene la comida para llevar, y además del ruido generado en lo que buscaba/sacaba/abría dicha caja, continuó con lo más obvio que podría uno suponer en esos casos: se puso a comer lo que fuera que trajera ahí guardado. Pero no feliz con saciar su apetito, se dispuso a ofrecernos al individuo greñudo y barbudo de particular olor y a mi de su suculento snack. Por razones lógicas/salubres/de supervivencia denegué su generosa oferta pero mi vecino de asiento no, por lo cual me vi interrumpido en más de una ocasión para permitir el intercambio de lo-que-fuera-que-estuvieran-comiendo este par de personajes con la precaución de que no me fueran a tirar encima lo que estaban compartiendo, así terminé inmiscuido en un sangüich de incomodidad que puso a prueba (extrema) mis prácticas budistas y filosofía zen los subsequentes 100 minutos de la proyección.


Ah si, la movie estuvo pues entre aburridona y cochinona, lo más rescatable fue un zorro que hablaba (onda pulgoso el de Marimar), genitales magullados y mutilados y escenas bien "artísticas" de sexo explícito.