Hace algunos años (como comienzan la mayoría de mis relatos) asistí casi forzado por culpa de una campaña laboral a un curso llamado desarrollo humano-holístico-psicosexual... o algo así, la verdad no recuerdo bien el nombre sólo que era algo acá medio pomposo. Yo, fiel a mi naturaleza inquisitiva/contestataria de tres pesos acudí a cumplir con todo el profesionalismo que puede mostrar un empleaducho de una organización con alta autoridad jerárquica (pa' que vean que si les ando manejando lo que vienen siendo los conceptos de maestría en admon. y toda la cosa... verdá?). De cualquier manera llegué puntual a la cita el día que se me asignó y como se da mucho en estos casos, la mayoría si no es que el resto de los participantes llegaron con sus 15 o 30 min de retraso, recuerdo este detalle porque la instructora regañó a los que tenían una demora de entre 5 y 15 min por faltarnos el respeto a los demás compañeros que si habíamos sido puntuales y a los que llegaron más tarde de plano ya no los dejó entrar y los mandó de vuelta para el trabajo. Aunque me pareció un tanto exagerada su actitud le di el beneficio de la duda pensando que era alguien sumamente disciplinada y respetuosa de las normas. Así fue como inició mi encuentro con la Sra. Gloria, la instructora de este curso de charlatanería y filosofía barata quien a la postre yo bautizaría como Madam Sasu, por su parecido físico y expresivo con el personaje que salía en aquel tiempo en la tv, esa que ofrecía sus servicios también de charlatanería y decía una frase como: ¿su marido trabaja con una mujer rubia?, tenga cuidado porque se lo está sonsacando, ella se llama...
Una vez iniciado el curso lo primero que hizo fue presentarse, contarnos la historia de su vida, sus logros, triunfos, victorias, y por ende delatarse como una mujer sumamente egocéntrica. Según sus estudios, años de investigación y experiencia, no había como el contacto físico para conectarse con los participantes de su curso así que hizo que al presentarnos cada uno de los asistentes le saludáramos de mano y la miráramos a los ojos mientras le decíamos nuestro nombre. Como parte de la misma presentación individual teníamos que responder a tres preguntas: cuál era nuestro puesto en la empresa o en qué área estábamos, por qué decidimos acudir al curso y cuál era nuestra expectativa del mismo.
Una vez iniciado el curso lo primero que hizo fue presentarse, contarnos la historia de su vida, sus logros, triunfos, victorias, y por ende delatarse como una mujer sumamente egocéntrica. Según sus estudios, años de investigación y experiencia, no había como el contacto físico para conectarse con los participantes de su curso así que hizo que al presentarnos cada uno de los asistentes le saludáramos de mano y la miráramos a los ojos mientras le decíamos nuestro nombre. Como parte de la misma presentación individual teníamos que responder a tres preguntas: cuál era nuestro puesto en la empresa o en qué área estábamos, por qué decidimos acudir al curso y cuál era nuestra expectativa del mismo.
En mi turno hice lo correspondiente, me acerqué a ella y le dije mi nombre mientras estrechaba su mano y la veía a los ojos, ella clavó un poco más su mirada en mi y me aseveró cual médium: tú eres una persona que se preocupa mucho por los demás. Me quedé meditando unos segundos sus palabras (y aguantándome la risa) y después le contesté: ¿ah si?... pues no sé porqué lo diga. Ella me respondió: pues mira como saludas, y en seguida explicó: tienes tu dedo índice ligeramente estirado más allá de mi muñeca intentando sentir mi pulso, eso quiere decir que inconscientemente deseas saber si me encuentro bien así como seguramente lo haces con las demás personas a las que saludas. Después de dicha revelación yo me quedé con cara de "no ma...no no", o sea, de incredulidad. Inmediatamente volví a enfocarme para que no notara mi cara de burla (que es la misma que la de incredulidad) y contunué con el protocolo de presentación respondiendo a las tres preguntas. Le expliqué cual era mi puesto en la empresa así como una breve descripción de mis funciones. Después le dije con toda honestidad que yo no había decidido acudir al curso por voluntad propia sino que estaba ahí porque me había enviado/obligado mi supervisor y que como expectativa del curso no tenía ninguna, tal vez sólo ver de qué trataba y ya. Esto último como que no le agradó mucho y cambió su semblante a serio, quizá esperaba que le dijera que su curso me cambiaría la vida, me haría mejor persona o me iluminaría por el camino de la verdad, no sé, el asunto fue que no le pareció mucho mi respuesta y me dijo: pues ya que estás aquí te invito a que te quedes el resto de la mañana y si no te gusta o despierta tu interés ya no regresas después del break para la comida. Yo como el caballero pensante que soy acepté su propuesta y así me pasé el resto de esa mañana jugando al ¡basta!, resolviendo acertijos de primaria y participando dizque en dinámicas de grupo.
Dado que ninguna de las actividades mencionadas me gustó ni me interesaba en lo absoluto seguir escuchando a una señora decir pamplinas decidí ya no regresar al curso, cumpliendo mi parte del trato y haciéndo válida la opción que me había propuesto. Hasta ahí todo estaba bien, sin embargo al día siguiente me enteré por los compañeros que si continuaron con la sesión que Madam Sasu había hablado pestes de mí por despreciar su sabiduría y hasta había amenazado con pasar un reporte de mi actitud con algún dios del olimpo. Obviamente esto me importó lo mismo que me importa si a Niurka Marcos le llenan o no el tanque. Nunca tuve ningún llamado de atención por este acontecimiento y la anécdota quedó para la posteridad. En la actualidad esta señora continúa impartiendo sus cursos a cuanto incauto caiga y les saca una buena lana.
Dado que ninguna de las actividades mencionadas me gustó ni me interesaba en lo absoluto seguir escuchando a una señora decir pamplinas decidí ya no regresar al curso, cumpliendo mi parte del trato y haciéndo válida la opción que me había propuesto. Hasta ahí todo estaba bien, sin embargo al día siguiente me enteré por los compañeros que si continuaron con la sesión que Madam Sasu había hablado pestes de mí por despreciar su sabiduría y hasta había amenazado con pasar un reporte de mi actitud con algún dios del olimpo. Obviamente esto me importó lo mismo que me importa si a Niurka Marcos le llenan o no el tanque. Nunca tuve ningún llamado de atención por este acontecimiento y la anécdota quedó para la posteridad. En la actualidad esta señora continúa impartiendo sus cursos a cuanto incauto caiga y les saca una buena lana.
P.D. Esta relato no tiene moraleja, nada más lo escribí pa' no llorar (más).